Plantas cultivadas a -40° C en la Antártida, el paso previo a la conquista del espacio - VIVE | La Plata

2022-06-03 22:02:37 By : Ms. Happy Cheng

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La conquista de un planeta fuera de los límites terrestres depende del avance tecnológico. Porque no sólo hay que pensar en una nave lo suficientemente poderosa para que lleve y traiga a los colonos, sino también en un sistema de cultivo avanzado que brinde resultados fiables a largo plazo.

A lo largo de la historia hubo muchos intentos de introducir plantas no nativas en el paisaje antártico, pero en general no sobrevivieron. Si bien el suelo en sí mismo podía sustentar algo de vida vegetal, el entorno hostil no era favorable para el cultivo de plantas.

Las similitudes entre el Polo Sur y el espacio, aunque resulte curioso, se manifiestan en la condición extrema de su clima. En ese punto en común los investigadores han encontrado sinergias más que interesantes.

El 12 de mayo de 2022, un equipo de científicos anunció que habían cultivado con éxito plantas utilizando suelo lunar recolectado durante las misiones Apolo. Sin embargo, no es la primera vez que los científicos intentan cultivar plantas en suelos que normalmente no sustentan la vida.

De acuerdo a la historiadora de la ciencia antártica Daniella McCahey en un artículo publicado en The Conversation, el anhelo por lograr cultivos en el Polo Sur data de antes incluso de la carrera espacial.

Los primeros esfuerzos para cultivar plantas en la Antártida se centraron principalmente en brindar alimentos nutritivos a los exploradores.

En 1902, el célebre botánico británico Reginald Koettlitz fue la primera persona en probar los suelos antárticos. Recogió tierra del estrecho de McMurdo, próximo al mar de Ross, en el océano Glacial Antártico y la usó. durante una expedición, para cultivar mostaza en cajas.

La cosecha fue tan fructífera que toda la tripulación aprovechó estas verduras. Este primer experimento demostró que el suelo antártico podría ser productivo y también señaló las ventajas nutricionales de los alimentos frescos durante las expediciones polares.

Dos años más tarde, el botánico escocés Robert Rudmose-Brown envió por correo semillas de 22 plantas árticas tolerantes al frío a la pequeña y gélida isla de Laurie para ver si germinaban.

Pero ninguna de las semillas logró brotar, lo que Rudmose-Brown atribuyó tanto a las condiciones ambientales como a la ausencia de un biólogo que ayudara a impulsar su crecimiento.

A lo largo de las décadas se evidenció lo difícil que resultaba sembrar en los paisajes del Polo Sur y lo árido que era aquel ámbito para la mayoría de las plantas. Ni los intentos con invernaderos lograron buenos resultados.

A mediados de 1940, muchos países comenzaron a establecer estaciones de investigación a largo plazo en la Antártida. Como era imposible cultivar plantas en el exterior, los botánicos construyeron invernaderos para proporcionar alimentos y bienestar emocional.

Mediante el uso de técnicas hidropónicas en invernaderos, las instalaciones de producción de plantas no estaban utilizando el entorno antártico para cultivar en absoluto. En cambio, la gente estaba creando condiciones artificiales.

Con los años las técnicas de cultivo han continuado puliéndose y expandiéndose y en 2015 —señala McCahey— ya se repartían por la Antártida 42 instalaciones en las que se habían cultivado plantas.

Uno de los ejemplos más interesantes e ilustrativos lo deja el invernadero Eden Iss que pese a las duras condiciones de su entorno, con tormentas y temperaturas inferiores a los -40ºC, ha logrado proveer de vegetales al equipo de Neumayer III.

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